POEMAS DE MANUEL MACHADO – ESPAÑOL.
POETA Y DRAMATURGO.
Los poemas de Manuel Machado son bellos y profundos. Este gran poeta del modernismo publicó en París su primer libro Alma. Luego en España comenzó una gran campaña literaria.Amor al vuelo fue una comedia burguesa que estrenó en Sevilla en 1903 y la escribió unto a José Luis Montono, gran amigo fe la infancia.
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Nació en el 29 de agosto en Sevilla, España y partió el 19 de enero de 1947 en Madrid. Su padres fueron Ana Ruiz Hernández y Antonio Machado Álvarez. Tuvo dos hermanos menores: Antonio, Joaquín, Francisco y José.
Si quieres saber más sobre él hágalo aquí: M. Machado.
POEMAS DE MANUEL MACHADO: MIS FAVORITOS.
ANTÍFONA.
Ven, reina de los besos, flor de la orgía,
amante sin amores, sonrisa loca…
Ven, que yo sé la pena de tu alegría
y el rezo de amargura que hay en tu boca.
Yo no te ofrezco amores que tú no quieres;
conozco tu secreto, virgen impura;
Amor es enemigo de los placeres
en que los dos ahogamos nuestra amargura.
Amarnos… ¡Ya no es tiempo de que me ames!
A ti y a mí nos llevan olas sin leyes.
¡Somos, a un mismo tiempo, santos e infames;
somos, a un tiempo mismo, pobres y reyes!
¡Bah! Yo sé que los mismos que nos adoran
en el fondo nos guardan igual desprecio.
Y justas son las voces que nos desdoran…
Lo que vendemos ambos no tiene precio.
Así, los dos: tú, amores, yo poesía,
damos por oro a un mundo que despreciamos…
¡Tú, tu cuerpo de diosa; yo, el alma mía!…
Ven y reiremos juntos mientras lloramos.
Joven quiere en nosotros Naturaleza
hacer, entre poemas y bacanales,
el imperial regalo de la belleza,
luz, a la oscura senda de los mortales.
¡Ah! Levanta la frente, flor siempre viva,
que das encanto, aroma, placer, colores…
Diles, con esa fresca boca lasciva…,
¡que no son de este mundo nuestros amores!
Igual camino en suerte nos ha cabido,
un ansia igual nos lleva que no se agota,
hasta que se confundan en el olvido,
tu hermosura podrida, mi lira rota.
Crucemos nuestra calle de la Amargura
levantadas las frentes, juntas las manos…
¡Ven tú conmigo, reina de la hermosura!
¡Hetairas y poetas somos hermanos!
OCASO.
Era un suspiro lánguido y sonoro
la voz del mar aquella tarde… El día,
no queriendo morir, con garras de oro
de los acantilados se prendía.
Pero su seno el mar alzó potente,
y el sol, al fin, como en soberbio lecho,
hundió en las olas la dorada frente,
en una brasa cárdena deshecho.
Para mi pobre cuerpo dolorido,
para mi triste alma lacerada,
para mi yerto corazón herido,
para mi amarga vida fatigada…
¡el mar amado, el mar apetecido,
el mar, el mar y no pensar en nada!…
EL PRÍNCIPE.
Siete soles forman
el solio del príncipe
de los siete soles.
Su cetro de oro
es un haz de llamas
de mil arreboles.
Su rostro, que nadie
miró porque ciega,
las nubes esconden.
Su imperio, los mundos,
Él todo lo puede,
todo lo conoce…
Y en sus ojos, cuyo
mirar mata, brillan
¡todos los dolores!
OASIS.
Sueña el león.
Junto a las tres palmeras
se amansa el sol. Existe
el agua. Y Dios deja un momento
que los pobres camellos se arrodillen…
Junto a las tres palmeras,
el árabe, tendido, al fin, sonríe
y suspira… Damasco
lejos aún le aguarda. Los confines
del horizonte brillan encendidos.
Un silencio terrible
llena el aire…En la arena
tiembla la sombra elástica de un tigre.
POEMAS DE MANUEL MACHADO: GRANDES POEMAS.
YO POETA.
Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente…,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.
Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía…
Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía… No sabemos nada.
Todo es conforme y según.
CANTARES.
Vino, sentimiento, guitarra y poesía,
hacen los cantares de la patria mía…
Cantares…
Quien dice cantares, dice Andalucía.
A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra…
Cantares…
Algo que acaricia y algo que desgarra.
La prima que canta y el bordón que llora…
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares…
Son dejos fatales de la raza mora.
No importa la vida, que ya está perdida.
Y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?…
Cantares…
Cantando la pena, la pena se olvida.
Madre, pena, suerte; pena, madre, muerte;
ojos negros, negros, y negra la suerte.
Cantares…
En ellos, el alma del alma se vierte.
Cantares. Cantares de la patria mía…
Cantares son sólo los de Andalucía.
Cantares…
No tiene más notas la guitarra mía.
POEMAS DE MANUEL MACHADO: A OTROS.
LOS DÍAS SIN SOL.
A M. Leo Rouanet
El lobo blanco del invierno,
el lobo blanco viene,
con los feroces ojos inyectados
en sangre helada, fijos y crueles.
¡Maldito lobo invierno, que te llevas
los viejos y los débiles!
¡Reunámonos, que todos
tengan una familia,
un libro y fuego alegre!
Y mientras, fuera, el hacha
el tronco seco hiende,
que será rojo en el hogar, cerremos
la puerta y el balcón… ¡Dios no nos quiere!
¡Tregua! Seamos amigos…
La tibia paz entre nosotros reine
en torno de la lámpara, que esparce
la tranquila poesía del presente.
Y tú, mi amada, cuyos rojos labios
son ya la sola flor, dámelos…, ¡quiéreme!…
¡Que el lobo blanco del invierno
el lobo blanco viene!
EL JARDÍN GRIS.
A Francisco Villaespesa
¡Jardín sin jardinero!
¡Viejo jardín,
viejo jardín sin alma,
jardín muerto! Tus árboles
no agita el viento. En el estanque, el agua
yace podrida. ¡Ni una onda! El pájaro
no se posa en tus ramas.
La verdinegra sombra
de tus hiedras contrasta
con la triste blancura
de tus veredas áridas…
¡Jardín, jardín! ¿Qué tienes?
¡Tu soledad es tanta,
que no deja poesía a tu tristeza!
¡Llegando a ti, se muere la mirada!
Cementerio sin tumbas…
Ni una voz, ni recuerdos, ni esperanza.
¡Jardín sin jardinero!
¡Viejo jardín,
viejo jardín sin alma!
MARIPOSA NEGRA.
A Rubén Darío
La hora cárdena… La tarde
los velos se va quitando…
El velo de oro…, el de plata.
La hora cárdena…
«Aún es temprano».
«Nada veo sino el polvo
del camino…»
«Aún es temprano».
«¿Gritaron, madre?»
«No, hija;
nadie habló… ¿Lloras?…»
«Lo blanco
del camino que contemplo
las lágrimas me ha saltado…»
«No es eso…»
«Yo no sé, madre».
«Él vendrá, que aún es temprano».
«Madre, el humo se está quieto,
las nubes parecen mármol…,
y los árboles diríase,
que tienden abiertos brazos».
Un mendigo horrible pasa,
y hacia el castillo ha mirado.
Una negra mariposa
revolotea en el cuarto.
La hora cárdena… La tarde
los velos se va quitando…
El velo de oro, el de plata…,
el de celajes violados.
… Y el sol va a caer allá lejos,
guerrero herido en el campo.
¡Mal hayan los servidores
que sin su señor tornaron,
los que con él se partieron
y traen, sin él, su caballo!
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