LISÍMACO CHAVARRÍA – POEMAS COSTARRICENSE.

UN POETA CON ESTILO PROPIO.

Los poemas de Lisímaco Chavarría lo llevaron a convertirse, con su estilo propio, en uno de los poetas costarricenses de mayor nombre. Fue representante del modernismo y llego a ser considerado como renovador de la poesía lírica. En 1994 la asamblea Legislativa de Costa Rica le da el alto honor de reconocerlo como Benemérito de las Letras Patrias. Nacio en San Ramón el 10 de mayo de 1878 y partió el 27 de agosto de 1913.

Si quiere saber más de este gran poeta hágalo aquí: LÍSIMACO CHAVARRÍA.

POEMAS DE LISÍMACO CHAVARRÍA.

NO SUPE NADA.

Por la vereda que baja al yurro


marchan dos mozos bajo la tarde;


hay en los fuetes como un susurro


y el Sol poniente parece que arde.

Ella es descalza, de trenza doble,


de ojos muy negros y muy risueña;


él es robusto, -tal es un roble,-


de manos fuertes y faz trigueña.

Ambos, unidos, marchan del brazo,


entre güitites de fronda verde,


cantando bajan por el ribazo


y la pareja por fin se pierde.

Venus que atisba desde la altura,


los vio ocultarse tras la enramada…


“¡Nunca me olvides!”, ella murmura,


y al fin de todo… no supe nada.

LISÍMACO CHAVARRÍA, poeta costarricense.
LISÍMACO CHAVARRÍA

BODAS CAMPESTRES.

Cantan los gallos, es la del alba,


”coge las bestias -dice el abuelo-


hay ya clarores sobre el Turrialba


y las palomas bajan al suelo.”

“Muchachas, vamos, arriba todas,


ya se oyen gritos sobre la cuesta”;


así se anuncian aquellas bodas


y los cohetes cuentan la fiesta.

La novia es joven, el novio sano,


del barrio al pueblo distan dos leguas;


diez montañeses bajan al llano


y van alzando polvo sus yeguas.

Va el novio alegre, feliz la moza


y la noticia va a los confines…


otros aguardan allá en la choza


con dos guitarras y dos violines.

 

LA ROCA DE CARBALLO.

Seméjase a una esfinge de pedernal eterno


erguida ante el abismo del piélago sonoro;


sobre ella el Sol despunta doscientos dardos de oro


y ante ella el mar levanta su canto sempiterno.

El fuego del verano, las lluvias del invierno,


los foscos huracanes que van rugiendo en coro


y todas las estrellas que vierten su tesoro,


descienden por su espalda de cíclope de averno.

En ella se posaron Saturno y los Vestiglos


a contemplar la marcha de todas las edades


que fueron en los potros piafantes de los siglos.

El piélago le dice de aquella raza trunca,


señora que fue dueña de aquellas soledades,


en una edad remota que ya no vuelve nunca.

 

EL VIOLINISTA.

Es ñor Juan Pelos, o ñor Veintiuno,


(son sus apodos), un viejo artista,


toca dulzaina como ninguno


y es del villorio gran violinista.

Las piezas nuevas y las de antaño


forman unidas su repertorio:


Toca Las Olas y El Desengaño


y canta salves en el velorio.

En los rosarios de Nochebuena, 


da gusto oirle los villancicos;


cuando sus danzas él desenfrena,


bailan de gozo viejas y chicos.

El es el alma de la alegría 


él regocija la villa entera,


y él toca en bodas, más otro día


duerme en las calles su borrachera.

 

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