CAROLINA CORONADO – POEMAS ESPAÑOLA.

ESCRITORA Y POETISA AUTODIDCATA.

Los poemas de Carolina Coronado son bellos y muestran una gran sensibilidad. Se le compara con muchos poetas románticos, incluso algunos dicen que ella es el Becquer femenino. También escribió novelas y obras teatrales. Llego a publicar un tomo de poesías en 1843, el cual fue reeditado en 1852. El prologo lo redacto Juan E. Hartzenbusch (Poeta y dramaturgo español).
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Ella nació el 12 de diciembre de 1820 en una provincia de España llamada Pacense, del municipio Almedralejo. Dejo este mundo en Lisboa el 15 de enero de 1911. Su nombre completo fue Victoria Carolina Coronado y Romero de Tejada, su padre fue Nicolás Coronado y Gallardo, su madre fue María Antonia Eleuteria Romero de Tejada y Falcón.
Si gusta saber más de esta talentosa poetisa lo puede hacer aquí: CAROLINA CORONADO.

POEMAS DE AMOR DE CAROLINA CORONADO.

BENDITO SEAS, ALBERTO.

Carolina_Coronado_Poeta_de_Espana
Carolina Coronado.

Aunque serena y callada
a tus suspiros me veas,
no indiferente me creas;
es que el alma enamorada
diciendo está embelesada
Alberto, bendito seas.

Si a responderte no acierto
cuando me vienes hablando,
¿piensas que tu voz no advierto?
pues es que estoy murmurando
con un acento muy blando
bendito seas, Alberto.

Alberto, ¿qué mas deseas
de quien tanto vive amando?
Yo te ruego que me creas,
que aunque callada me veas
estoy entre mí cantando
Alberto, bendito seas.

Muda estoy, fáltame vida;
queda el espíritu muerto,
la mente desvanecida;
pero esta voz repetida
forma en el alma concierto:
¡Bendito seas, Alberto!

¡OH CUAL TE ADORO!

¡Oh cuál te adoro! Con la luz del día
tu nombre invoco apasionada y triste,
y cuando el cielo en sombras se reviste
aún te llama exaltada el alma mía.

Tú eres el tiempo que mis horas guía,
tú eres la idea que a mi mente asiste,
porque en ti se concentra cuanto exite,
mi pasión, mi esperanza, mi poesía.

No hay canto que igualar pueda a tu acento
cuanto tu amor me cuentas y deliras
revelando la fe de tu contento;

tiemblo a tu voz y tiemblo si me miras,
y quisiera exhalar mi último aliento
abrasada en el aire que respiras.

¡AY! TRANSPORTAD MI CORAZÓN AL CIELO.

Ángeles peregrinos que habitáis
las moradas divinas del Oriente
y que mecidos sobre el claro ambiente
por los espacios del mortal vagáis.

A vosotros un alma enamorada
os pide sin cesar en su lamento
alas, para cruzar del firmamento
la senda de los aires azulada.

Veladme con la niebla temerosa
que por la noche ciega a los mortales,
y en vuestros puros brazos fraternales
llevadme allá donde mi bien reposa.

Conducidme hasta el sol donde se asienta
bajo el dosel de reluciente oro
el bien querido por quien tanto lloro,
genio de la pasión que me atormenta.

¡Ay! Transportad mi corazón al cielo,
y si os place después darme castigo,
destrozadme en los aires y bendigo
vuestra piedad y mi dichoso vuelo.

SIEMPRE TÚ.

La niebla del diciembre quebrantaba
del sol los melancólicos fulgores
cuando en mi corazón de tus amores
el acento primero resonaba.

El segundo diciembre se acercaba
trayendo para mí nieblas mayores
que a merced de los vientos bramadores
tu nave en el Atlántico bogaba.

Y el diciembre tercero aparecía
templado, alegre como el mayo hermoso
y eras tú mi suspiro todavía.

El cuarto arrebatado, tempestuoso,
vino a robarme la ventura mía
¡ay! mas no a dar a mi pasión reposo.

=> El siguiente es un poema de Carolina Coronado que resulta largo, pero bello. <=

EL AMOR DE LOS AMORES.

I

¿Cómo te llamaré para que entiendas
que me dirijo a ti ¡dulce amor mío!
cuando lleguen al mundo las ofrendas
que desde oculta soledad te envío?…

A ti, sin nombre para mí en la tierra
¿cómo te llamaré con aquel nombre,
tan claro, que no pueda ningún hombre
confundirlo, al cruzar por esta sierra?

¿Cómo sabrás que enamorada vivo
siempre de ti, que me lamento sola
del Gévora que pasa fugitivo
mirando relucir ola tras ola?

Aquí estoy aguardando en una peña
a que venga el que adora el alma mía;
¿por qué no ha de venir, si es tan risueña
la gruta que formé por si venía?

¿Qué tristeza ha de haber donde hay zarzales
todos en flor, y acacias olorosas,
y cayendo en el agua blancas rosas,
y entre la espuma lirios virginales?

Y ¿por qué de mi vista has de esconderte;
por qué no has de venir si yo te llamo?
¡Porque quiero mirarte, quiero verte
y tengo que decirte que te amo!

¿Quién nos ha de mirar por estas vegas
como vengas al pie de las encinas,
si no hay más que palomas campesinas
que están también con sus amores ciegas?

Pero si quieres esperar la luna,
escondida estaré entre la zarza-rosa,
y si vienes con planta cautelosa
no nos podrá sentir paloma alguna.

Y no temas si alguna se despierta,
que si te logro ver, de gozo muero,
y aunque después le cante al mundo entero,
¿qué han de decir los vivos de una muerta?

II

Como lirio del sol descolorido
ya de tanto llorar tengo el semblante,
y cuando venga mi gallardo amante,
se pondrá al contemplarlo entristecido.

Siempre en pos de mi amor voy por la tierra
y creyendo encontrarle en las alturas,
con el naciente sol trepo a la sierra;
con la noche desciendo a las llanuras.

Y hallo al hambriento lobo en mi camino
y al toro que me mira y que me espera;
en vano grita el pobre campesino:
“no cruces por la noche la ribera”.

En la sierra de rocas erizada,
del valle entre los árboles y flores,
en la ribera sola y apartada
he esperado “al amor de mis amores”.

A cada instante lavo mis mejillas
del claro manantial en la corriente,
y le vuelvo a esperar más impaciente
cruzando con afán las dos orillas.

A la gruta te llaman mis amores;
mira que ya se va la primavera
y se marchitan las lozanas flores
que traje para ti de la ribera.

Si estás entre las zarzas escondido
y por verme llorar no me respondes,
ya sabes que he llorado y he gemido,
y yo no sé, mi amor, por qué te escondes.

Tú pensarás, tal vez, que desdeñosa
por no enlazar mi mano con tu mano
huiré, si te me acercas, por el llano
y a los pastores llamaré medrosa.

Pero te engañas, porque yo te quiero
con delirio tan ciego y tan ardiente,
que un beso te iba a dar sobre la frente
cuando me dieras el adiós postrero.

OTROS POEMAS DE CAROLINA CORONADO.

UNA CORONA NO, DAME UNA RAMA.

Una corona, no, dadme una rama
de la adelfa del Gévora querido,
y mi genio, si hay genio, habrá obtenido
un galardón más grato que la fama.

No importa al porvenir cómo se llama
la que el mundo decís que dio al olvido;
de mi patria en el alma está escondido
ese nombre, que aún vive, sufre y ama.

Os oigo desde aquí, desde aquí os veo,
y de vosotros hablo con las olas,
que me dicen con lenguas españolas

vuestro afán, vuestra fe, vuestro deseo,
y siento que mi espíritu es más fuerte
en esta vida que os parece muerte.

A LAS POETISAS.

¿Queréis formar un coro,
hermosas las del canto peregrino,
más dulce, más sonoro
que el rumor argentino
del agua y de los pájaros el trino?

¿No veis cómo las aves
cantan en amigable compañía
a unos acentos graves
los otros de alegría,
uniendo en perfectísima armonía?

Nunca entre sí celosas,
porque la voz del ruiseñor descuella,
se alejan rencorosas
de la enramada bella,
dejando triste al ruiseñor en ella.

No; que con tiernos píos
la bulliciosa turba Rey le aclama
y en los valles sombríos,
donde a su coro inflama,
sólo el doidoso búho le desama…

Yo ya tengo escogida
corona de bellísimos laureles
y de rosas ceñida,
que estimo en los vergeles
mejor que a los brillantes oropeles.

Riquísimo prendido
que bañará de aromas los cabellos
y en el rostro encendido
hará a los ojos bellos
orgullosos lucir con sus destellos.

¡Mil veces venturosa
la compañera que en su tierna frente,
esa fresca y airosa
guirnalda transparente
entre nosotras alce alegremente!

Orne prenda tan bella
a la que eleve más el claro acento:
el ruiseñor aquella
será del coro atento,
y el búho la que envidie su talento.

Si gusta leer más poesías hágalo aquí: ÍNDICE DE POETAS.
Si prefiere mitos hágalo aquí: ÍNDICE DE MITOS.

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